“Pensar
la Vida” y “Sentir la Vida” Son dos formas
muy distintas de educar nuestro cerebro para afrontar, con más
o menos plenitud, nuestra experiencia de vivir.
En "Pensar
la Vida" pensamos las distintas experiencias de la vida, también
lo que sentimos, e intentamos describirlo todo con
palabras y conceptos, para poder comunicar nuestro mundo de experiencias.
Pero, una sensación,
si de verdad queremos comunicarla, no podemos describirla, tenemos
que expresarla.
Si aprendemos
a "Sentir la Vida", aprendemos a expresar y a comunicar
todo nuestro mundo interior, tanto a los demás como a nosotros
mismos.
Aprender a sentir
la vida comporta pues un cambio en las estrategias de aprendizaje.
Este cambio se produce al desarrollar nuestro cerebro de forma holística,
lo cual nos permite utilizar nuevos recursos de nuestra mente y elaborar
mejores estrategias en la elaboración del conocimiento, consiguiendo
con ello un potencial que nos va a llevar a una mayor excelencia intelectual
y creativa.
Para conseguir
este desarrollo sensológico, he establecido distintos niveles
de conocimiento que se van desarrollando a través de una serie
de experiencias y juegos (“sensojuegos”) que permiten
a cada uno, por sí mismo, constatar con la experiencia las
diferentes propuestas que va vivenciando.
De lo que pensamos
podemos establecer teorías y discusiones sin fin. Porque, el
pensar, en el fondo, no es más que una descripción de
la realidad. Pero el sentir, la experiencia viva del sentir, sólo
puede ser transmitido a través de otra sensación porque
es indescriptible.
Haciendo un símil
diremos que: “pensar es a la receta de cocina, como sentir es
a degustar el plato”. Las recetas de cocina no nos quitan el
hambre aunque nos hagan soñar en el deleite de comer, es solamente
la descripción del plato. Pero comer el plato de comida nos
dará nueva vida y hará gozar nuestros sentidos, aunque,
al principio, no sepamos cómo está hecho.
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